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Introduction	No puedo evitar pensar, en esos tiempos de soledad por la orilla de estos bosques junto al pantano de Valmayor, en ese modo de ser que, de manera misteriosa, tenemos -o padecemos- los seres humanos y que nos mueve por el destino con extraño impulso, plenos de intenciones y vacíos de motivos, mutando con los tiempos, intentando aprender una y otra vez las mismas cuestiones básicas que resolvimos ya cuando nuestra especie era joven, pero que obstinadamente nos negamos a poner en práctica.. la paz, la comprensión, el simple cariño de sabernos en el mismo espacio vital, respirando el mismo aire, iluminados bajo el mismo sol, alimentándonos de lo que la tierra, con la mejor sabiduría, ha tejido con perfección infinita para beneficio de la VIDA, algo lejano e inalcanzable, y en apariencia, imposible de introducir en nuestro cajoncito de infinitas voluntades, aquel que colgamos con una cadena de nuestro cuello, convirtiéndose en el yugo de nuestra infelicidad. Pero todos estos pensamientos quizás no sean sino otro trasto viejo en mi propio cajoncito, el que me corresponde llevar a mí colgado.

Introduction

No puedo evitar pensar, en esos tiempos de soledad por la orilla de estos bosques junto al pantano de Valmayor, en ese modo de ser que, de manera misteriosa, tenemos -o padecemos- los seres humanos y que nos mueve por el destino con extraño impulso, plenos de intenciones y vacíos de motivos, mutando con los tiempos, intentando aprender una y otra vez las mismas cuestiones básicas que resolvimos ya cuando nuestra especie era joven, pero que obstinadamente nos negamos a poner en práctica.. la paz, la comprensión, el simple cariño de sabernos en el mismo espacio vital, respirando el mismo aire, iluminados bajo el mismo sol, alimentándonos de lo que la tierra, con la mejor sabiduría, ha tejido con perfección infinita para beneficio de la VIDA, algo lejano e inalcanzable, y en apariencia, imposible de introducir en nuestro cajoncito de infinitas voluntades, aquel que colgamos con una cadena de nuestro cuello, convirtiéndose en el yugo de nuestra infelicidad. Pero todos estos pensamientos quizás no sean sino otro trasto viejo en mi propio cajoncito, el que me corresponde llevar a mí colgado.